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Crónicas del olvido

Arturo Uslar Pietri, una voz en el vacío, de Eduardo Casanova

Alberto Hernández lunes 10 de agosto de 2020


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“Arturo Uslar Pietri, una voz en el vacío”, de Eduardo Casanova

Arturo Uslar Pietri, una voz en el vacío, de Eduardo Casanova (2020). 

Disponible en Amazon

1

El 9 de marzo de 1997, Arturo Uslar Pietri dejó escrito, en su volumen “Pizarrón”, el artículo “Mi confesión en la Sorbona”, en la oportunidad de la presentación en francés de su novela El camino de El Dorado. En esas líneas finales dice:


Hoy, con la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, desapareció el enfrentamiento y, con él, desde luego, la posibilidad de una “literatura comprometida”, por lo que, inevitablemente, se está regresando a la búsqueda del mundo perdido del hombre de pensamiento como testigo de su tiempo y como conciencia libre frente al mundo cambiante.


En efecto, ese “mundo cambiante” nos ubica en un hombre que durante toda su obra, en todo el ejercicio de su pensamiento, estuvo al frente de una escritura, sí, comprometida, pero con lo que él mismo destaca, con el “pensamiento de su tiempo” y libre de escribir lo que le vino en ganas acerca de lo que pasó y pasaría en el país donde le tocó nacer, vivir y morir.


Uslar Pietri era visto como un hombre controversial. Su historia así lo revisa y lo estudia. Quien lo haya leído sabrá que no ocultó sus preferencias por un país libre de fanatismos y atavismos que pudieran conducir el país al desastre. Pero su voz no fue escuchada y cuando alguien lo oyó lo convirtió en el “enemigo” de ciertas causas perdidas.


La obra de Arturo Uslar Pietri, desde su infancia hasta el día que le tocó marcharse ha quedado como una huella profunda en la conciencia nacional. Hasta los que lo adversaban han tenido que reconocer que el “amigo invisible” es una de las voces éticas y literarias más importantes de Venezuela. Su vida íntima, hogareña, familiar, y su vida pública forman parte del legado de su tránsito por la tierra, por la que se entregó a escribirla y a decirla con propiedad.


 


2

Eduardo Casanova, el novelista, el escritor, el que habla del país desde sus adentros, desde su lejanía cronológica, el que nos trae el país a diario en sus crónicas, el que escribió la bella biografía de otro grande como Vicente Gerbasi, hoy nos entrega Arturo Uslar Pietri, una voz en el vacío, donde el autor caraqueño revela su proximidad con el viejo novelista y sus hijos. Es decir, Casanova confiesa su familiaridad con los Uslar Braun, como la que tuvo con el autor de Los espacios cálidos y Mi padre, el inmigrante.


Estamos frente a un trabajo que nos revela, que nos anima a encontrarnos nuevamente con ese hombre que hablaba con los ojos puestos en los televidentes cuando desarrollaba su programa Valores humanos, el mismo que escribía semanalmente en el diario El Nacional su columna “Pizarrón”, en la que esculcaba el país y el mundo desde su mirada y desde sus críticas. Casanova nos acerca a las novelas de Uslar, nos allega a la calidad de cada una de ellas, donde estuvimos en el pasado de aquellas batallas que nos independizaron, con los personajes que hicieron posible la nación que ahora se debate entre la vida y la muerte.


Por eso traigo las palabras de aquella vez en París, para ubicar al hombre en el instante en que nuestra biografía se contiene en la de él y nos hallamos bajo los restos de ese muro que no termina de caernos encima y de aquella URSS que aún persiste en sostenerse gracias a una herencia sangrienta que podría terminar con nuestra nacionalidad.


Por eso es importante esta biografía de Uslar escrita por Eduardo Casanova, porque es nuestra historia vaciada en el hombre que siempre habló del país, el de nuestros adentros y el país que se reflejaba en el mundo, con sus errores y aciertos.


 


3

La lectura de esta biografía nos llevará a todos los títulos escritos por nuestro personaje, como si no se agotara su ánimo para contarnos a Venezuela, la casi borrada del mapa emocional y la que se intenta borrar desde nuestros huesos aún en pie. Entonces nos leeremos en Las lanzas coloradas, en Oficio de difuntos, en El camino de El Dorado, en La visita en el tiempo y quedará la huella de los 30 cuentos que siempre serán referencia en la narrativa de nuestro país y de la lengua castellana.


Historia, literatura, poesía, polémica, ensayos, teatro: un hombre de todos los géneros. Un conversador insigne guiado por su enorme cultura.


El título usado por Eduardo Casanova da cuenta del silencio de un país frente a las advertencias de quien sembró en la conciencia nacional la necesidad de verse en la tierra: cultivarla desde las mismas riquezas que ella nos aportaba para beneficio de todos. Queda, para muchos, como uno de los “notables” a quien le han endilgado otros apelativos.


Uslar es un hito en nuestra cultura política, literaria, teatral, poética. Es un punto de partida para muchos, desde su infancia durante la dictadura de Juan Vicente Gómez hasta la última palabra que pronunció un poco antes de morir.


Para no dejar espacio vacío en su biografía, en su rica historia personal y pública, esta biografía de Eduardo Casanova que acaba de ser publicaba en Amazon.


Acerca de Últimas entradas

Alberto Hernández

Alberto Hernández

Poeta, narrador, periodista y pedagogo venezolano (Calabozo, 1952). Reside en Maracay, Aragua. En 2020 fue designado miembro correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua por el estado Aragua. Tiene un posgrado en literatura latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar (USB) y fue fundador de la revista Umbra. Ha publicado, entre otros títulos, los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Nortes (1991), Intentos y el exilio (1996), Bestias de superficie (1998), Poética del desatino (2001), En boca ajena: antología poética 1980-2001 (2001), Tierra de la que soy (2002), El poema de la ciudad (2003), El cielo cotidiano: poesía en tránsito (2008), Puertas de Galina (2010), Los ejercicios de la ofensa (2010), Stravaganza (2012), Ropaje (2012) y 70 poemas burgueses (2014). Además ha publicado los libros de ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981) y Notas a la liebre (1999); los libros de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994), Cortoletraje (1999), Virginidades y otros desafíos (2000) y Relatos fascistas (2012), la novela La única hora (2016) y los libros de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999) y Cambio de sombras (2001). Dirigió el suplemento cultural Contenido, del diario El Periodiquito (Maracay), donde también ejerció como director, secretario de redacción y redactor de la fuente política. Publica regularmente en Crear en Salamanca (España), en Cervantes@MileHighCity (Denver, Estados Unidos) y en diferentes blogs de Venezuela y otros países. Sus ensayos y escritos literarios han sido publicados en los diarios El Nacional, El Universal, Últimas Noticias y El Carabobeño, entre otros. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al italiano, al portugués y al árabe. Con la novela El nervio poético ganó el XVII Premio Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana (2018).


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Comentarios (1)


Eliéser Wilian Ojeda Montiel viernes 1 de enero de 2021, 6:03 pm

Este trabajo de Eduardo Casanova se torna interesante y necesario para nuestro país de memoria tanto como para las nuevas generaciones, que andan al garete respecto de estos temas y por la invasión de tanta chabacanería ramplona que nos inunda y secuestra nuestra idiosincrasia más tradicional. Don Arturo Uslar Pietri es referencia obligada de la Venezuela que pudo haber sido y no fue.


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lunes, 28 de febrero de 2011

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EL NACIONAL - Sábado 26 de Febrero de 2011 Escenas/4

Arturo Uslar Pietri: la preocupación por contar y entender Venezuela

Hoy, cuando se conmemora una década de la desaparición física de uno de los intelectuales venezolanos de mayor proyección internacional, es importante recordar las responsabilidades que su legado impone a la nueva inteligencia nacional

MICHELLE ROCHE RODRÍGUEZ


Mi tía Alicia tenía dos obsesiones: cazar gazapos en los periódicos y el pensamiento de Arturo Uslar Pietri. La primera manía le quitaba mañanas enteras que dedicaba a la redacción de enconadas cartas sobre los inconvenientes del dequeísmo, el mal uso de una preposición o el santo lugar de una coma; la segunda legitimaba esta ofuscación. La tía ­bueno, tía abuela­ había sido maestra hasta que la dictadura de Marcos Pérez Jiménez la descubrió amiga de "golpistas". Y cuando no pudo conseguir trabajo en ninguna escuela, se consagró a un oficio que entonces florecía.


Para su alegría, en ARS Publicidad la emplearon como secretaria del autor de Las lanzas coloradas (1931). La experiencia profundizó su reconocimiento de la profundidad intelectual de su jefe y le llenó la biblioteca de sus libros.


Fue con esos textos con los que aprendí a leer. Durante los primeros años de mi educación elemental, cuando Alicia era una ancianita con la insólita capacidad de citar al escritor de memoria, pasaba dos tardes a la semana en su apartamento de Bello Monte. Ella me enseñó a leer con las Obras selectas de Uslar que editó Edime en 1956 y me hizo aprender de memoria pasajes de Cuéntame a Venezuela. Entonces yo estaba convencida de que todo el conocimiento estaba contenido en la mente enciclopédica de quien también fue director de El Nacional en la década de los años sesenta.


Del "maestro Uslar"­así le decía­ Alicia aprendió la lección que marcó su vida: que la educación no se limita a las aulas.


Por eso creía en la importancia pedagógica de la prensa, y para ella el valor del escritor radica en que su sapiencia no se limitó a los libros, sino que la popularizó y la puso al servicio del país.


En su programa televisivo Valores Humanos, como en sus ensayos, Uslar insistía en la necesidad de pensar al país. En Venezuela, donde la imprenta llegó con 300 años de retraso y la primera generación de pensadores nacionales nació a finales del siglo XVIII, más de 200 años después del Descubrimiento, la articulación de una inteliguentsia era una preocupación central ­señalaba el autor­ para el que buscara resolver el enigma que es el país, explicar qué le rodea y situarlo con respecto al mundo.


Él mismo se afanaba en colocar esta aspiración como centro de su trabajo intelectual. Y por su visión causal de los fenómenos modernos se convirtió también en un gran historiador.


"Cada vez de una manera más consciente y clara he ido sintiendo lo que escribo como mi parte en un diálogo que me empeño en establecer con mi gente. Mi gente es toda la que tiene o es susceptible de tener conmigo cosas en común, y comienza por mi pueblo de venezolanos, para llegar hasta el más remoto de los hombres", afirma Uslar en el prólogo que escribió en 1953 a las citadas Obras selectas , una reflexión que evidencia hasta qué grado se sentía responsable con su época.


El autor fenecido hoy hace exactamente una década fue el intelectual más importante de la petrodemocracia porque, mientras otros celebraban la riqueza fácil, Uslar la criticaba. Consideraba que el petróleo había traído la pérdida del sentido de las proporciones y de la valorización del esfuerzo, al inaugurar en la psique nacional la convicción de que todo se podía comprar. La tragedia del país es que estas creencias se mantienen vigentes.


"Para mí la literatura, como el arte entero, no es monólogo solitario, es diálogo vivo de dar y recibir. Cuando parece monólogo es porque la respuesta tarda y a veces no llega sino en una generación posterior. Pero ha de llegar para que la obra de arte se cumpla", escribió.


A fuerza de hablarle a "su gente" este hombre de formación continental, para quien la educación y la historia eran el centro del desarrollo, logró su aspiración de convertirse en una figura universal que se destacó en diversas áreas del conocimiento humano. La tía Alicia decía que era el intelectual venezolano más importante fuera del país desde Rómulo Gallegos y lo confirman investigadores, así como sus antólogos contemporáneos ­y hasta Wikipedia­. Por eso se le multiplicaron los homenajes internacionales como la Orden al Mérito de Italia en 1965, la Orden de Rubén Darío en 1966, el doctorado honoris causa de la Universidad de París en 1979, el tributo del Instituto de Cooperación Iberoamericana en 1986, el Premio José Vasconcelos en 1988, el Príncipe de Asturias de las Letras en 1990 y la Gran Cruz de la Legión de Honor Francesa el mismo año.


Uslar representa una lección y un reto para su gentilicio, porque estableció como prioridad la necesidad de pensar la Venezuela posible, sin utopías ni imitaciones, ocupada de conocerse y medirse con otras naciones en términos de igualdad. Su legado imprime sobre la intelectualidad nacional contemporánea la responsabilidad de entender al país en su verdadera dimensión y de ponerlo en relación con el resto del mundo.


Uslar, el hombre país


Roberto Lovera De-Sola: Arturo Uslar Pietri fue una gran presencia en mi vida, no sólo porque desde niño me familiaricé con él a través de su programa televisivo Valores Humanos , sino también porque me llamó un día y me confió la escritura de la columna de comentario de libros2 "Crítica literatura", que publiqué en El Nacional todos los lunes desde junio de 1971. Por eso no puedo coincidir con quienes dicen que Uslar no apoyaba a la juventud, para mí las puertas de su casa estuvieron siempre abiertas.


Además, la vigencia de Uslar en nuestra cultura es innegable. Deberíamos llamarlo "el hombre país", porque fue el venezolano más importante del siglo XX, mucho más que Rómulo Gallegos o cualquier presidente. Y es tan fundamental porque su pensamiento tocó todos los ámbitos de la vida pública de Venezuela. No sólo fue político ­en tiempos de Isaías Medina Angarita fue ministro de Educación, el más joven (de 35 años de edad) que ha tenido el país­, sino que también disertó sobre economía: el 14 de julio de 1936 escribió de forma anónima, en el editorial del diario Ahora, la frase "sembrar el petróleo", que posteriormente reivindicó como suya en otros ensayos sobre la materia. Fue, igualmente, periodista y personalidad de medios de comunicación. Pero lo más significativo es que todas sus actividades se circunscribieron a su gran vocación, que era la escritura, y fueron facetas de su papel como intelectual. También en el área de la literatura fue un hombre país, uno universal, porque destacó en narrativa, teatro, ensayo y hasta en poesía.


Uslar el publicista: Fernán Frías Escribir unas líneas sobre la personalidad de Arturo Uslar Pietri y su relación con la publicidad no es nada fácil.


Quizás podríamos iniciar esta reseña con una frase que le oí hace mucho tiempo: "Lo más probable es que yo haya entrado en ARS hacia el año de 1915, cuando conocí a Carlos Eduardo Frías".


Pero en realidad entraría en la agencia en la década de los años cincuenta, y así como su llegada ocurrió en una fecha incierta, tampoco podría decir cuándo salió de ella.


La publicidad para un escritor es una maravillosa disciplina, pues no sólo le permite pensar imaginativamente, sino que también lo obliga a concretar dichos pensamientos en frases cortas, eslogans, comerciales de 30 segundos.


Uslar era, además de escritor, un verdadero publicista en el sentido más amplio de la palabra, de imaginación desbordante e incomparable memoria.


Quiero narrar una anécdota poco conocida de su temple y personalidad: cuando terminó el exilio en que se encontraba en Nueva York llamó a Carlos Eduardo Frías para preguntarle si podrían trabajar juntos, y él le respondió: "Desde mañana".


Entonces el autor le replicó: "Dame seis meses para estudiar los caminos de la comunicación de masas", y se inscribió en la Universidad de Columbia, donde en 1958 comenzó un posgrado en comunicación social para poder entrar definitiva y físicamente en ARS.


EL NACIONAL - Sábado 26 de Febrero de 2011 Papel Literario/2

Papel Literario

Arturo Úslar Pietri (1906 - 2001)

O ranchos, o desarrollo

La ingente necesidad de incorporar a los marginados

Mañana 27 de febrero se cumplirán 10 años de la partida de Arturo Úslar Pietri.

El ensayo que se ofrece a los lectores del Papel Literario , de singular vigencia, fue publicado en este diario el 7 de enero de 1974. Debemos a la Fundación Casa Úslar Pietri la sugerencia de que éste es el momento de volver a leer esta notable pieza del pensador venezolano

ARTURO ÚSLAR PIETRI


Nuestro tiempo, en cierto modo, es el de las ciudades. Por primera vez en la historia, en los países industriales, vive más gente en las urbes que en el campo.


Esto hace que las ciudades crezcan de un modo continuo y casi incontenible y que los estudiosos del futuro lleguen a pensar en desmesuradas concentraciones humanas de una dimensión y de un carácter casi de pesadilla.


El desarrollo urbano aparece como consecuencia de la Revolución industrial.


Hasta el siglo XIX la producción era básicamente agrícola, minera y artesanal. La mayoría de la fuerza de trabajo estaba en el campo. En la ciudad habitaba una minoría que era la de más alto nivel cultural y que disfrutaba de todas las facilidades y ventajas de la vida urbana.


Con la Revolución industrial que se desarrolla en el siglo XIX, las industrias tienden a establecerse en las ciudades y muy pronto la producción industrial sobrepasa a la de la agricultura, creando rápidamente un desequilibrio que trajo como consecuencia grandes concentraciones de población en las ciudades. En los grandes países industriales empezaron a surgir ciudades gigantescas como Tokio, como Londres, como París, como Nueva York, que rápidamente pasaron de tres a cuatro, a cinco millones de habitantes para alcanzar hoy el nivel de diez y doce millones que podría determinar que para fines de siglo algunas megalópolis puedan tener veinte o treinta millones de habitantes, acumulados en un inmenso perímetro urbano.


Esa impresionante explosión de población urbana ha revestido ciertas características indeseables, particularmente en países subdesarrollados. En esos países la población urbana ha crecido desmesuradamente por encima del desarrollo industrial, creando grandes aglomeraciones sin destino económico.


Son masas inorganizadas de emigrados del campo que no logran incorporarse funcional y útilmente a la ciudad, que acampan junto a ella en una especie de vida intermedia, que ya no es campesina pero que tampoco es urbana, en viviendas improvisadas que no llenan ninguna de las condiciones básicas deseables para una vivienda civilizada y en la que se hacina una población creciente. Eso es lo que llamamos en Venezuela los ranchos, en Chile villas callampas, en Argentina villas miserias, en el Brasil favelas y por otros nombres en otras partes, pero que constituyen exactamente el mismo fenómeno.


El petróleo desequilibrio Caracas se mantuvo hasta hace no más de 35 años siendo una pequeña ciudad que era la capital de un vasto país rural. El área urbana comprendía no más de doce o quince cuadras en torno a la plaza Bolívar, y el resto del valle era tierra de cultivo cubierto de haciendas de caña y frutos menores. La Venezuela rural llegaba hasta las puertas de Caracas y todo el resto de la población estaba diseminada a lo ancho del país en actividades agrícolas, en aldeas o en pequeñas poblaciones. Esa misma proporción que hacía de Caracas la pequeña capital de un extenso país agrícola se mantuvo por la mayor parte de su existencia. Esa pequeña ciudad tenía un perfil urbano definido con rasgos y caracteres propios de cuidad de país agrícola, con un equilibrio sano entre ella y el territorio.


Todo eso cambia cuando aparece el petróleo. El problema venezolano en esto es distinto de otros países. No fue que ocurriera una revolución industrial y que empezaran a crearse grandes industrias que atraían mano de obra campesina que se hubiera adaptado e incorporado a las exigencias de trabajo de la industria.


Los campesinos que llegaban a Caracas no venían a convertirse en obreros de la industria, porque no había un desarrollo industrial suficientemente poderoso para provocar semejante migración. Venían hacia las ciudades en busca del rescoldo de la riqueza petrolera que el gobierno ponía a circular en ellas. El desarrollo de la producción petrolera hizo al Estado venezolano extraordinariamente rico, pero esa riqueza absorbía directamente muy poca mano de obra. Hoy en Venezuela toda la producción, de la que vivimos todos los venezolanos, la produce el trabajo de menos de treinta mil personas, lo que significa en cierto modo que una población de once millones de habitantes está viviendo básicamente de lo que producen cuarenta mil personas. Este desequilibrio no existía en la Venezuela prepetrolera, cuando el país vivía de la producción de un millón de trabajadores agrícolas, que representaban las dos terceras partes de la población activa.


Había un equilibrio entre población-empleo y producción.


Esa riqueza nueva tan desproporcionadamente producida la ha distribuido el Estado venezolano de mil maneras, creando empleos, financiando actividades económicas, dando subsidios y ayudas y construyendo obras públicas. En busca del señuelo de esas facilidades se ha desplazado esa migración campesina hacia la ciudad, sin estar preparada para incorporarse a ella. Pudieron llegar pero no pudieron incorporarse al trabajo y a la comunidad urbana y se refugiaron en el hacinamiento de los ranchos.


No basta con viviendas Algunos de manera simplista piensan que este es un problema de vivienda, que se resuelve construyendo habitaciones.


Claro que es un problema de vivienda y que lo primero que habría que resolver es ese problema de gente que vive hacinada en un cajón de tablas, sin servicios higiénicos, sin agua, sin calles, sin cloacas, en la mayor insalubridad que no solamente los amenaza a ellos, sino a toda la ciudad. Es un milagro que Caracas no sea una de las ciudades más azotadas por epidemias en el mundo, tal vez se debe al sol pero, lógicamente, con una población de cerca de quinientos mil habitantes que no tienen cloacas, ni agua corriente ni recolección de basura, debería ser una de las ciudades de más alta morbilidad del mundo.


Esas condiciones infrahumanas pueden ser remediadas con viviendas, pero quedaría en pie el problema que no es de vivienda solamente, sino de estilo de vida y de capacidad de trabajo. Esa población que viene de los campos y se instala en los ranchos es difícilmente asimilable para una ciudad.


La mayoría no viene preparada para incorporarse a la vida urbana, no tiene nada que ofrecer en el mercado de trabajo de una ciudad, viene de una actividad que ella conoce, a la que estaba incorporada, que es una actividad agrícola que, lógicamente, no puede desarrollar en la ciudad. Llegan condenados a subsistir en una marginalidad extrema, realizando pequeñas actividades ocasionales que no requieren ninguna preparación, en transportar cosas, llevar mensajes, vender billetes de lotería, en una especie de fatalidad de subempleo crónico que no les permite subir y mejorar económicamente porque no representan una fuerza de trabajo aprovechable para la ciudad, para lo que una ciudad necesita. Una ciudad necesita obreros calificados, albañiles, mecánicos, gentes que sepan manejar una máquina, eso no lo han aprendido ellos, no lo pueden aprender solos y nadie se los enseña sistemáticamente.


En la proliferación de esa vivienda llena de peligros y de riesgos, que es el rancho, entran gentes de muchas clases.


No son todos campesinos que han venido atraídos a través de la televisión, del radio, del cine y de la propaganda, por el resplandor de una vida atractiva en la ciudad, sino que muchos de ellos salen de la ciudad misma se desincorporan o rechazan la posibilidad de incorporarse a la vida urbana para vivir sin las obligaciones, las limitaciones y las exigencias de un habitante de la ciudad.

Se ha hecho con un criterio exclusivamente de vivienda, pero no basta con la vivienda para resolver el vasto y complejo problema de esas gentes


No faltan entre ellos quienes tienen ingresos que les permitan vivir de una manera decente y civilizada, pero la rechazan para ir a formar parte de esa especie de subcultura del rancho. Hay una subcultura del rancho que es negativa y amenazante, porque además del problema higiénico plantea el del estilo de vida, el problema que pudiéramos llamar de repudio de la vida civilizada por una gran parte de la población.


Incorporar a la vida civilizada En esa zona no-urbana que rodea a Caracas, se está desarrollando un estilo de vida que comprende alrededor de quinientas mil personas. Es una forma de asociación primitiva caótica, insalubre, que favorece la promiscuidad y el delito y que desconoce valores y normas fundamentales de nuestra civilización. Sin espacio, sin orden, sin ley, sin higiene en hacinamiento inorgánico y destructivo, en perpetua situación de autodefensa y agresión, atenazados de necesidades, abandonados a los instintos, privados en muchos casos de una formación familiar, abandonados del padre, entregados a los muy limitados recursos y posibilidades de una mujer sola y pobre, cargada de hijos, en una especie de matriarcado anacrónico, centenares de millares de venezolanos se encuentran segregados de los más elementales bienes de una sociedad urbana.


Esa forma de vida tiende a crear una mentalidad, una manera de ser, unos hábitos antisociales que hacen muy difícil la incorporación a una civilización urbana.


Están en una ciudad, por lo menos al borde de ella, pero no en lo económico, ni en lo social forman parte de ella.


No están incorporados.


De esa magnitud es el problema que plantea el rancho. Habría que enfocar este problema mucho más a fondo de lo que hasta ahora se ha hecho. Generalmente se ha hecho con un criterio exclusivamente de vivienda, pero no basta con la vivienda para resolver el vasto y complejo problema de esas gentes que viven en condiciones absolutamente inadmisibles, en donde se están creando generaciones enteras que van a formar parte de un conjunto de nociones y actitudes inconciliables con ningún ideal de progreso civilizado. El problema no es solamente de vivienda. Hay un problema de vivienda pero es sólo una de las fases del problema, porque si se encontrara dinero para construir todas las que requieran, el problema de la incorporación seguiría sin resolver. Muchos de los que así viven no tienen justificación para hacerlo, porque tienen un trabajo estable y satisfactoriamente remunerado que los incorpora efectivamente a la red de relaciones de producción y de intercambio de una ciudad, pero la mayoría no está preparada para incorporarse a la vida urbana y por tanto parece condenada a permanecer allí en una condición que habría que llamar por su verdadero nombre, de refugiados, de gente que ha huido de un estilo de vida al que pertenecieron por muchos años, que era la vida rural, y que se han venido en busca de la ciudad y sus posibilidades, donde no logra entrar y han creado esa especia de subcultura de transición, en la que se están destruyendo valores importantes en esta situación caótica de la barriada, de los ranchos, donde no sólo no hay calles, sino tampoco ninguna de las estructuras sociales que pretendemos que caracterizan una vida civilizada.


De modo que el problema es mucho más amplio.


Habría que tomarlo en su conjunto y entonces señalar quiénes viven en ranchos que no deberían vivir en ellos y no permitírselo, y luego ocuparse seriamente de aquellos que tienen que vivir en ranchos porque carecen de ninguna otra posibilidad. A ese refugiado del campo, inadaptado e indefenso, hay que prepararlo para incorporarse a la vida urbana, es decir, habría que crear instituciones y servicios que a ese hombre le enseñaran actividades que tienen un mercado en la vida urbana, habría que prepararlo a incorporarse a la vida urbana de un modo útil, permanente y valioso y entonces, como consecuencia, el problema de la vivienda quedará resuelto por añadidura, porque ese trabajador incorporado a la ciudad tendrá una capacidad productiva y un ingreso estable que le permitirán la adquisición de una vivienda cómoda e higiénica, a largo plazo y a bajo precio.


El niño en la escuela del caos El aspecto más doloroso de este problema lo constituye el niño. Abundan los niños en las barriadas, que crecen en el abandono, la miseria y la ignorancia expuestos a todas las desviaciones y daños físicos, morales e intelectuales. Muchos no conocen la presencia formadora del padre y de una estructura familiar estable, nacidos dentro de un caótico desorden de tipo matriarcal, mal sostenidos y nada guiados por una infeliz mujer sin recursos, sin apoyo, sin conocimientos, que lucha en una pelea perdida con la vida, cargada de hijos de sucesivos hombres irresponsables, para quien resulta totalmente imposible criar, educar y formar de un modo aceptable aquellos hijos que han venido a representar una forma de su desgracia.


La consecuencia de esta dolorosa situación es un decalaje y una destrucción de valores sociales y de nociones sobre las cuales se estructuran las sociedades progresistas. La existencia de esta subcultura no solamente constituye un problema de higiene, de educación o de vivienda sino, en el verdadero y más amplio sentido de la palabra, un problema de destino nacional. Un país que no sea capaz de resolver esto es un país que está amenazado profundamente en su futuro, que va a enfrentarse a una situación que puede ser muy grave a muy corto plazo, porque cómo se va a construir en torno a unos ideales proclamados en una Constitución y en unas leyes, cómo se va a incorporar el acuerdo con unas normas que creemos establecidas en nuestro sistema educativo, a quienes estamos dejando vivir en formas que no los preparan sino para desajustarlos, inhabilitarlos y hasta destruirlos con respecto al marco social de un país civilizado.


En este momento se estima que en Caracas hay entre cuatrocientas y quinientas mil personas que viven en estas condiciones, entre quienes están allí por extrema necesidad y quienes no deberían estar allí. Hay también empresarios de ranchos que construyen y alquilan ranchos en cantidad, en una explotación inicua de la miseria, que la ley prohíbe, porque nadie está obligado a pagar alquileres de ranchos, no solamente que no está obligado sino que la autoridad lo protege para que no lo pague.


Sin embargo, se hace muy poco para impedírselo, porque en todo esto hay una lenidad culpable por parte de las autoridades. Está creciendo esta manera de vivir caótica, sin normas, sin estímulos de progreso, en una forma de desintegración individual y social de muy negativas consecuencias.


Con ranchos no hay desarrollo Hoy, de cuatro habitantes de Caracas uno vive en rancho, pero es posible, si no se encara esta situación para remediarla a fondo y transformarla positivamente, que ese mal social contrario al progreso y a la civilización, aumente continuamente hasta que en diez o quince años más de la mitad de los habitantes de Caracas vivan en semejantes condiciones. Para ese momento Caracas ya no será una ciudad sino un primitivo y doloroso amontonamiento y, lo que es más grave, la posibilidad de que Venezuela llegue a ser un país desarrollado estará profunda y gravemente comprometida, porque no ha sido capaz de incorporar su población a una forma de vida civilizada. Esto es lo que plantea el rancho, nada más y nada menos.


Desgraciadamente nunca se ha encarado este problema con la seriedad debida. Hay algo que va más allá del aspecto miserable de la vivienda y lo que pudiéramos llamar el dolor por la situación infrahumana en la que vive tanta gente.


Lo que está en juego va mucho más allá, está en juego toda la posibilidad misma de crecimiento del país. Si los venezolanos no somos capaces de tomar esta gente desplazada del campo, que ha venido atraída por el resplandor de una vida urbana para la cual no está preparada, y clasificarla y adaptarla y enrumbarla hasta agregarle en un plazo corto la incorporación efectiva, que no solamente consiste en que puedan vivir en una vivienda decente sino que formen parte útil y productivamente de la vida de una ciudad moderna, si no somos capaces de lograrlo a tiempo y eficazmente, habremos fracasado como sociedad y como nación, porque hasta entonces todos los planes de desarrollo que podamos concebir estarán construidos sobre una base de arena deslizable, que fatalmente un día dará al traste con todo lo que deseamos y esperamos. No es una cuestión sólo de humanidad o de caridad hacia quienes viven en condiciones infrahumanas, es un problema de destino colectivo: o somos capaces de incorporar esa población marginal o esa población marginal va a crecer, va a ser mayoría y dará al traste con toda posibilidad de desarrollo. Es de ese tamaño el problema, que no es de vivienda solamente, sino de adaptación, de incorporación a una vida social civilizada de gran cantidad de seres desplazados que viven en una subcultura autodestructiva, que está en la más flagrante contradicción con las aspiraciones de progreso y bienestar que pueda alentar un país que aspira al desarrollo.


En esa dimensión está colocado el problema y en esa dimensión tiene que ser resuelto.


EL NACIONAL - Jueves 24 de Febrero de 2011 Opinión/8

AUP-Celaup

EDGARDO MONDOLFI GUDAT


La desaparición de Arturo Uslar Pietri, ocurrida hace diez años, ha estado lejos de condenar al olvido su palabra esencial y sus aportes en muchos de los ámbitos en los cuales contribuyó, desde la narrativa de ficción y sus artículos de prensa, hasta la aventura ensayística y la acción política, durante buena parte del siglo XX.


Ello ha sido posible gracias al hecho de que la Universidad Metropolitana se haya convertido en el asiento más visible con que se ha contado hasta ahora para la revisión de su vida y obra. No hay ninguna exageración al decirlo. Para comenzar, la universidad tiene la fortuna de administrar el legado que más inmediatamente conecta la vastedad del universo uslariano: su biblioteca personal, contentiva de 18.000 volúmenes, abierta a cualquier lector interesado.


Al mismo tiempo, en sus predios funciona el Centro de Estudios Latinoamericanos Arturo Uslar Pietri, Celaup, que si bien fue formalmente estructurado en 2004 sobre la base de la donación de esa biblioteca personal, su origen se remota a la Cátedra de Economía Arturo Uslar Pietri, promovida en la década de los noventa por el BCV, conjuntamente con la propia Metropolitana. En 2006, con motivo de cumplirse el centenario del natalicio de Uslar, se edificó la moderna sede que alberga el centro, gracias a los aportes del Banco Occidental de Descuento.


Aparte de la labor docente a través de diversos diplomados en Historia, Arte y Estudios Latinoamericanos, la valoración de Uslar se ha puesto en relieve a través de la edición de diversos libros publicados por el propio Celaup. En algunos casos se ha tratado de estudios cuyo propósito redunda en abrir nuevas ventanas a la comprensión de su trabajo escritural o para el abordaje biográfico; en otros, se ha pretendido recoger su obra dispersa, a fin de ofrecer lo que, paradójicamente, son obras de Uslar que quizá el propio autor no llegó a concebir jamás. En la línea de lo primero destaca Uslarianas, de Rafael Arráiz Lucca, que rastrea y analiza la obra multigenérica de Uslar; en la línea de lo segundo, destaca un compendio de su columna periodística, Pizarrón, coeditado con El Nacional, así como una serie que ha tenido por común denominador todo cuanto Uslar escribió tomando en cuenta su relación con distintos países. De esta colección han sido publicados hasta ahora Uslar y España, Uslar y Estados Unidos, a los cuales deben seguir ahora los casos de Francia, Italia y Alemania. El espacio, lamentablemente, no permite reseñar otros emprendimientos bibliográficos, más allá de dejar testimonio del interés con que se valora la posibilidad de ofrecer pronto, en coedición con El Nacional , una aproximación colectiva a la obra de quien hizo de su vida un ejercicio de fervor por comprender a Venezuela.

Luis Barragán, apuntística en 10:39

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lunes, 28 de febrero de 2011

USLAR (DOS)


EL NACIONAL, Caracas, 27 de Mayo de 1996

Una faz de Arturo Uslar Pietri

PEDRO ORTEGA DIAZ


La vida política del Dr. Arturo Uslar Pietri encarna perfectamente el proceso de desarrollo y cambios de la burguesía venezolana. Anoto a continuación los puntos principales de esta identificación entre Uslar político y la clase dominante del país.


Ante las ausencias de los centros imperiales, absorbidos por la II Guerra Mundial, se desarrolla una burguesía con aires de independencia. Arturo Uslar Pietri, como principal ejecutor de la política del general Isaías Medina Angarita, Presidente de la República, propugna una reforma agraria avanzada, acepta el Primero de Mayo como Día de los Trabajadores, dicta las nuevas leyes sobre petróleo, es la burguesía realizando su política; por cierto, en este caso, no sólo independiente sino progresista.


Pero es en el campo político donde la burguesía naciente demuestra mayor audacia. Era un hecho conocido, que debido a la existencia del inciso 6§, del Art. 32 de la Constitución, que prohibía la propaganda comunista, el PCV había fundado partidos legales que se denominaban ``Unión Municipal'' y ``Unión Popular Venezolana''. Bajo la inspiración de Uslar, el partido de gobierno, el PDV, se alió con Unión Popular Venezolana; es decir, con los comunistas. Realizábamos asambleas públicas conjuntas, donde hablaba el presidente Medina, fuimos juntos a las elecciones y derrotamos a los partidos opositores; en primer lugar, a Acción Democrática. Por último, el general Medina eliminó el inciso 6§ y legalizó el Partido Comunista de Venezuela.


Sectores del imperialismo norteamericano resolvieron dar un coscorronazo a esta burguesía erguida y dieron apoyo al golpe de Estado del 18 de octubre de 1945, que habían fraguado Marcos Pérez Jiménez y una agrupación de oficiales y Rómulo Betancourt con una élite de dirigentes de AD. El presidente Medina, sorprendido, se defendió mal y el gobierno fue derrocado.


Uslar es golpeado personalmente y la burguesía es aterrorizada: Manifestaciones, crecimiento de las organizaciones populares, el decreto 321 que afectaba la educación religiosa, son unos pocos ejemplos de hechos que asustan a los burgueses.


El 24 de noviembre de 1948, AD y el presidente Gallegos, son derrocados por los militares, la burguesía apoya el golpe y las simpatías políticas de Uslar están con los que han sacado del poder a quienes lo condenaron por malversador de fondos públicos.


En enero de 1958, Uslar está contra la dictadura, coincidiendo con la burguesía que, encabezada por Eugenio Mendoza, dio la espalda a Pérez Jiménez.


La burguesía ha evolucionado, se asocia en condiciones de dependencia con las transnacionales, Uslar asume las posiciones políticas de esta burguesía y se integra a ella. Actualmente las posiciones neoliberales de Uslar corresponden a las de la capa dominante de la burguesía. Es una faz del múltiple mundo vivencial del Dr. Arturo Uslar Pietri.


Es necesario mencionar la disolución de los sindicatos que constituían la Convención Nacional de Trabajadores el año de 1944. La mayoría de los delegados pertenecían a nuestro Partido Comunista de Venezuela, alegando este hecho y la vigencia del inciso 6§ fueron disueltos todos los sindicatos excepto aquellos donde Acción Democrática tenía mayoría. ¨Qué obligó al gobierno de Medina Angarita a tal arbitrariedad? Los delegados de AD se habían retirado de la Convención denunciando que era comunista. La presión debió venir de la Embajada de EE.UU. Desde ese momento, AD comenzó a tener mayoría en el movimiento sindical organizado. Por lo demás, en lo que interesa para este trabajo, no sabemos la posición de Uslar en este acto de gobierno.


EL NACIONAL - JUEVES 3 DE DICIEMBRE DE 1998

Ignacio Quintana

"Uslar Pietri es la versión ilustrada del puntofijismo"

ALEXANDER DUARTE


El ex candidato presidencial de Opinión Nacional, Ignacio Quintana, respondió a declaraciones del escritor Arturo Uslar Pietri, quien anunció su respaldo al abanderado de Proyecto Venezuela, Henrique Salas Romer.


A juicio de Quintana, Uslar Pietri responde a una concepción "enciclopédica superficial y anacrónica de la cultura. Por eso, no me sorprende su relación con la democracia puntofijista decadente".


Añadió que el escritor "es otro viejo errático como el presidente Rafael Caldera, por lo que es obvio que su concepción de la Asamblea Constituyente revele desconocimiento de la historia, pues su saber simplemente es un resumen de la enciclopedia Barsa".


En Venezuela, sostuvo Quintana, existe un pensamiento Constituyente profundo, propio de pensadores sólidos que han reflexionado sobre el tema, por lo que manifestó su rechazo a las afirmaciones de Uslar Pietri sobre la inconstitucionalidad de la Asamblea.


"La Constituyente es una realidad y eso es imposible negarlo. Por eso, ese criterio de autoridad con se quiere revestir el rechazo a Hugo Chávez no tiene fundamento y forma parte de la mitología venezolana, que ha caracterizado por 40 años al puntofijismo, del cual Uslar Pietri es la versión ilustrada decadente", dijo.


Ignacio Quintana comentó que es lamentable que no pueda "retar a la palestra pública a Uslar Pietri para demostrarle, inequívocamente, la falta de solidez del hombre de la charla que habla de todo y no dice nada".

Luis Barragán, apuntística en 10:37

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lunes, 28 de febrero de 2011

USLAR (TRES)


EL NACIONAL, Caracas, 01 de Marzo de 1996
Tesis sobre Uslar Pietri alabada en la Sorbona

``Entre el pensamiento y la acción. Arturo Uslar Pietri, 1928-1963'', es el título de la tesis de doctorado en Historia, que la venezolana Astrid Avendaño Vera presentó el 23 de febrero, en la sala Jean-Baptiste Duroselle de la Universidad de París I-Sorbona. Con este trabajo culmina una investigación iniciada con la publicación, en 1988, de ``Contribución a la Biblio-Hemerografía de Arturo Uslar Pietri'', patrocinada por la Fundación Polar.

La tesis sometida a discusión intenta estudiar la comprensión de la democracia y modernización que tuvo Uslar Pietri, en dos momentos de su actuación política y claves para la historia más reciente del país como lo fueron los sucedidos a la muerte de Gómez (1936-1945) y el reinicio de la democracia en 1958. Por otra parte, el estudio de la campaña electoral de Uslar Pietri en 1963 busca comprender la dinámica política que se generó en torno a la figura de un independiente como elemento conciliador y analiza su discurso político.

El jurado que evaluó la tesis estuvo comformado por los profesores: Jean Piel, de la Universidad de París VII-Jussieu, quien actuó como presidente; Francois Delprat, de la Universidad de París III-Sobronne Nouvelle y Francois-Xavier Guerra, de la Universidad de París I-Sorbona, quien fue el tutor del trabajo presentado.

Destacado especialista de la historia contemporánea del Perú, Jean Piel es autor del estudio ``Capitalismo agrario en el Perú''. Catedrático de literatura latinoamericana contemporánea, Delprat es especialista de la literatura venezolana, particularmente de la obra y pensamiento de Rómulo Gallegos, y en los últimos años se ha interesado en la producción novelística del propio Uslar Pietri. Finalmente, Francois-Xavier Guerra, director del Instituto de Historia de Iberoamérica de la Universidad de París I-Sorbona, autor del trabajo sobre México: del Antiguo Régimen a la Revolución, ha orientado sus investigaciones hacia un análisis comparativo de las formas de modernidad en la hispanoamérica de los siglos XIX y XX.

El jurado alabó los logros alcanzados por el trabajo, tanto en términos de la seriedad de la investigación y de su coherencia metodológica, como del carácter ``apasionante'' y ``novedoso'' del tema tratado, que abre numerosas pistas para futuras investigaciones.

El veredicto final fue unánime: Astrid Avendaño Vera obtuvo el grado de Doctor en Historia, mención ``muy honorable con felicitaciones'' -la más alta distinción otorgable. El jurado recomendó la publicación del manuscrito por considerar que se trata de un aporte a la bibliografía latinoamericanista francesa. Esta última recomendación sólo se otorga en casos excepcionales.

EL NACIONAL, Caracas, 17 de Marzo de 1996
Arturo Uslar Pietri en el Congreso de la República
"Soy un venezolano profundamente angustiado"
RUBEN WISOTZKI

El país político le falló, una vez más, a Arturo Uslar Pietri. Mientras la hora pautada para dar inicio al acto que, en su honor, se realizó en el Hemiciclo del Senado de la República, era burlada por antagónicas voces que se confrontaban ante el destino incierto de la Nación, el homenajeado, tan preciso como siempre, esperaba que la disputa de turno tuviera una tregua para ocupar su sitial correspondiente.

El orador de orden, el poeta Juan Liscano, sintetizó en el primer párrafo de su discurso, su sentir hacia el distinguido hombre de letras e ideas: ``Alcanzar los 90 años con la lucidez intelectual de Arturo Uslar Pietri es un don de la naturaleza, de ese enigma que es el hombre, cuerpo y alma. Permanecer afectivamente arraigado a su país, pese a circunstancias diversas, las cuales, a veces, fueron adversas para él, demuestra una fidelidad ejemplar de la que no han sido capaces muchas figuras de su misma jerarquía creadora. No abandonar nunca el camino del humanismo orientador, de la valoración histórica, de la vocación literaria y ductora, lo sitúa como un gran hombre de la inteligencia, honra para cualquier país''.

No faltó, claro está, el justo recordar de su trayectoria: ``Desde esta perspectiva del noventigésimo aniversario de Uslar Pietri se contempla con respeto y admiración lo cuantioso de su obrar literario y cultural: cuentos, novelas, ensayos, poesía, disertaciones por la pantalla chica para instruir a la masa sobre valores humanos, dirección de suplementos literarios y del diario El Nacional ...Infatigable y bien ordenada inteligencia que pudo abordar quehaceres diversos, con una misma convicción de servicio y creatividad, tales las reformas educacionales y la Ley de Educación de 1940, la elaboración de biografías de Aguirre y Simón Rodríguez''.

HAZAÑA FISIOLOGICA

Arturo Uslar Pietri, en su momento, pidió benevolencia y presentó excusas, ``al no haber traído un discurso escrito, las limitaciones de mi vista me hubieran hecho imposible el leerlo'', y a continuación se permitió el único desliz humorístico del momento: ``Vengo hoy aquí, ante el Congreso de la República, con motivo de haber alcanzado la hazaña fisiológica de los noventa años. Vengo complacido, mido la significación del homenaje, lo agradezco desde lo más profundo de mi ser y trato de corresponder con la reafiramación de las mismas convicciones que he mantenido, a todo lo largo de mi vida, y que me siguen animando en esta hora''.

Fiel a su pensar y su sentir, no dejó para otro momento su opinión en torno a los días que se están viviendo en el país. ``Estamos reunidos hoy en medio de uno de los momentos más importantes de la historia de Venezuela. Sería mengua que los venezolanos de hoy, y mucho más los que tienen responsabilidad de gobierno y de dirección de Estado no se dieran cuenta de la inmensa magnitud de lo que está ocurriendo, de todo lo que está pereciendo y de todo lo que está naciendo, de todo el inmenso proceso de transformación que está sufriendo el país en estos momentos, y que dejáramos que la historia operara ciega y sordamente, sin dirección y sin comprensión de los hombres que tienen a su cargo los destinos nacionales''.

``Yo no pretendo traer ninguna verdad nueva, yo no soy sino un venezolano profundamente angustiado que se dirije hoy aquí, más allá de parcialidades políticos y lealtades ideológicas, a otros venezolanos profundamente angustiados en el fondo de su espíritu ante la situación del país''.

PAIS POBRE Y ATRASADO

Lo que prosiguió fue una impecable clase magistral de historia que parecía dedicada a los políticos. ``En estos días se habla mucho de nuevos federalismos, existe un proceso evidente de tendencia hacia la disgregración y hacia la desintegración del país, pero sería muy conveniente que quienes piensan en ello y tratan eso volvieran la vista hacia el pasado y se dieran cuenta de un hecho fundamental que la inmensa mayoría de los venezolanos ignoran. Venezuela es el país latinoamericano que se integra más tardíamente, que se unifica en la época final del proceso colonial y que pasó casi tres siglo y pico sin tener una existencia nacional del conjunto, divididas en distintas gobernaciones o provincias, independientes las unas de las otras'', continúo diciendo el homenajeado.

``Los venezolanos nunca pensaron en la independencia latinoamericana como una empresa nacional. Miranda nunca pensó en la independencia de Venezuela como algo separado o exclusivo. El pensaba en la independencia de la América Latina. El pensaba en la creación de una gran unidad política, de una gran entidad política en todo ese vasto territorio. Y encontró un nombre para ello, que fue el nombre de Colombia. La idea de Colombia es una invención venezolana. Esa visión la recogen los hombres de la Independencia. El propósito de Bolívar no es independizar a Venezuela. El propósito de Bolívar es crear a Colombia, es lograr la independencia de la América del Sur''.

El presente petrolero, obviamente, no fue dejado a un lado por Arturo Uslar Pietri. ``La mayoría de los países del mundo se han desarrollado a base de un crecimiento nacional. Ha crecido la Nación. Ha progresado, se han desarrollado actividades e industrias, a subido el nivel de educación, y así han ido creciendo esos países. En Venezuela fue distinto. En Venezuela quien amaneció rico, inmensamente rico, fue el Estado, eso que tendríamos que llamar el Estado petrolero omnipotente''.

Al final del acto los aplausos no se hicieron esperar. La humanidad de Uslar se alejó entre abrazos, felicitaciones y gestos de respeto. El país político, finalmente, fue puntual...


EL NACIONAL - VIERNES 19 DE MAYO DE 2000
El viejo Uslar
Rafael Arráiz Lucca

Cuando Arturo Uslar Braun se refería a su padre lo llamaba cariñosamente "el viejo Uslar", y en homenaje a su memoria es que me permito titular este artículo con sus palabras. Nuestro "viejo Uslar" cumple 94 años dando la batalla, solitario, como esa voz en el desierto que ha sido desde que en octubre de 1945 fue aventado del poder y cambió para siempre su destino y el nuestro. Entonces, el "poder revolucionario", además de afrentarlo le devolvía un tesoro que comenzaba a escurrírsele entre las manos: la literatura. Alguna vez lo dijo: si algo tenía que agradecerle a su archienemigo Betancourt era haberle devuelto los libros y el regalo de una condición personal inédita y propicia: el exilio.

Aunque su atildamiento confunda a los incautos, Uslar ha cultivado tormentosas y prolongadas pasiones. La primera de todas es Venezuela: esa obsesión que no lo ha dejado tranquilo nunca, que lo ha gobernado de manera despiadada. Pero esta pasión hubiera sido impensable si su objeto no hubiese tomado caminos tan distintos a los queridos por Uslar. De modo que es la pasión que se alimenta de la contrariedad, de la terquedad, de la conciencia que su enamorado ha tenido desde muy joven de que su objeto amoroso caminaba hacia el abismo. Cualquiera que revise su actuación pública encontrará el permanente llamado por enderezar el rumbo, y la no menos permanente sordera frente al señalamiento. Extraño amor: el enamorado señala y el sujeto de su amor no escucha. Quizás por esto mismo es que el amor ha devenido en pasión: alguien clama, alguien no oye. Sin embargo, no puede decirse que Uslar no ha sido profeta en su tierra, de hecho, desde hace 30 años su palabra se erige en una suerte de inusitada conciencia nacional: el país sabe que tiene razón, pero no sigue sus prédicas. Profeta que encarna la voz de la tribu, pero la tribu no sigue sus admoniciones. Un personaje dramático.

Después de esta, las otras pasiones han sido menores, pero no por ello inocuas. Todo lo contrario, de su vocación definitoria ha brotado un cuerpo ensayístico que discierne la naturaleza de Hispanoamérica con una penetración pocas veces hallada. Las preguntas que se ha hecho en lo personal las ha trasladado al ámbito colectivo: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? Interrogantes que han sido piedra de base de una obra literaria tan importante como expresamente soslayada por alguno de los rostros del prejuicio: el político o el relativo a su condición patricia. No obstante, superada la miopía que impone el juicio previo, la razón le atribuye, con fundamento, haber sido uno de los renovadores del cuento hispanoamericano y se le reconoce, también con razón, como uno de los más altos cultores de la novela que trabaja con el hecho histórico. De su voluntad polígrafa han nacido obras de teatro e incontables artículos periodísticos que en sus mejores momentos son modelos de precisión y síntesis. De su curiosidad humanística han florecido sabrosísimas crónicas de viaje por medio mundo y, last but not least, de quién sabe cuál recodo de su intimidad han surgido dos poemarios tan extraños como reveladores de su personalidad. Del ejercicio oral de su erudición llegó hasta el televidente su versión de la historia y de la comedia humana, en aquellos programas con los que mi generación creció, Valores humanos, asistiendo todas las semanas al espectáculo fascinante de la elocuencia absoluta, en un intento por hacer pedagogía para las grandes audiencias. Sin pestañear, "el viejo Uslar", movía sus grandes manos mientras el tono caraqueñísimo de su voz hacía del caos un orden y del orden una trama y de la trama una historia.

En Uslar halla cuerpo el espíritu del humanista del siglo XIX venezolano. Su vida y su obra continúan, en muchos sentidos, los esfuerzos de Fermín Toro y Cecilio Acosta, ambos de similar estirpe a la uslariana, en los que la acción pública no está reñida con la escritura. En este siglo que culmina lo acompaña Rómulo Gallegos en la asunción de obligaciones de Estado desde sus condiciones de hombres de letras, en ambos casos la experiencia no ha sido plena, pero ambos hicieron del servicio público algo alejado de la rapacería y la estulticia. Comparten, también, el hecho de ser los dos escritores venezolanos más leídos y estudiados fuera de su patria. Además, qué casualidad, los hermana la afrenta de ser sistemáticamente negados, bien sea desde el desconocimiento de sus obras o desde la mezquindad. Con las excepciones del caso, más que valoradas, sus obras han sido juzgadas.

En 1973 Jorge Luis Borges quiso hacer la presentación pública de Uslar en Buenos Aires; se le confería el premio Alberdi-Sarmiento, entonces dijo: "Presentar a Arturo Uslar Pietri es presentar a muchos hombres, porque nuestro huésped puede decir, como Walt Whitman, el escritor americano por antonomasia: Soy amplio y contengo multitudes". Y nosotros, ahora, hacemos silencio.

EL UNIVERSAL, Caracas, 27/02/11
Hablando de Uslar
Su actividad política nutrió la construcción de los personajes en sus novelas históricas
HENRIQUE LAZO

Hace diez años Arturo Uslar Pietri se despidió del siglo XX y nos dejó una obra humanística extensa que reconforta a todo aquel que se acerque a su legado. Cuentos, novelas, ensayos, programas culturales de televisión, obras de teatro, artículos en la prensa, charlas y discursos. El autor de la "Isla de Robinson" siempre se hizo presente en la improrrogable tarea de democratizar el acceso a la cultura. En sus tiempos, todavía la Internet no había tomado la palabra.

La posibilidad de informarnos que nos permite La Red era inimaginable en la mocedad de Don Arturo y solo aquellos que tenían una sustanciosa biblioteca en su casa o en la de un familiar cercano podían disfrutar la aventura del conocimiento. La otra opción eran las bibliotecas públicas y los fondos requeridos para pagar su reproducción. Estar informado, ser culto, era casi un privilegio. Hoy en día, las redes sociales le han abierto a cinco mil millones de personas las puertas del saber.

Arturo Uslar Pietri dedicó la mayor parte de su vida a colaborar con la formación cultural de su época. Casi ningún tema le era ajeno. A través de sus charlas televisadas despertaba el interés por la cultura y de una manera sencilla y accesible a los jóvenes, se especializaba en relatar los valores de los seres humanos, sus logros y su contribución a la humanidad. Su actividad política nutrió la construcción de los personajes en sus novelas históricas, pero cuando la literatura se mezcla con la política, pierde la literatura.

Trabajar junto a Arturo Uslar Pietri durante seis años produciendo y dirigiendo la serie "Valores Humanos" que se transmitía por televisión, en radio y se publicaba en la prensa, fue una experiencia extraordinaria. Conversar con el autor de "Una visita en el Tiempo" -Premio Rómulo Gallegos- cada semana, era compartir con un excelente profesional, un ciudadano al que le gustaba actuar correctamente y un buen amigo. La diferencia de edad la transformamos en una ventaja.

domingo, 29 de junio de 2025

El Tema de la Historia Viva

  El Tema de la Historia Viva

Este artículo de Pizarrón fue publicado el 30 de junio de 1948 en El Nacional y es uno de los primeros que escribió Uslar de la serie.
  El Doctor Arturo Uslar Pietri nació en Caracas el 16 de mayo de 1906 y falleció en su ciudad natal el 26 de febrero 2001. Su biografía es harto conocida: escritor, político, empresario, educador, etc. Fue un eminente venezolano.

    
    En la vida de los pueblos, que es siempre oscura y azarosa, es posible distinguir el predominio de ciertos motivos o temas de la acción colectiva, que son los que le dan fisonomía y unidad y destino a las naciones.

    A veces esos motivos son falsos, o meras engañifas de políticos, y los pueblos se extravían, o se desintegran y perecen. A veces los pueblos no parecen darse cuenta de que esos fines existan. No los ven o no los sienten. Son las horas de la decadencia, que han vivido muchas naciones grandes y pequeñas. Han perdido el sentido del rumbo y con él, fatalmente, el de la unidad histórica.

    La vida de un pueblo es una perpetua crisis de crecimiento y de adaptación a circunstancias constantemente cambiantes. Eso es precisamente lo que hace del gobierno y de la política un arte complejo. Un arte mucho más complejo de lo que generalmente suponen los demagogos de plaza pública.

    En esas crisis de todas las horas se salvan y sobreponen los pueblos que no pierden de vista los motivos directores de su acción. Cuando un pueblo llega a tener conciencia de su misión, de su camino, de su básico y permanente interés, puede subordinarlo todo a esos fines superiores y subir en el camino de la historia. Ese sentido del rumbo, eso que en la última gran guerra los generales llamaban el supremo objetivo estratégico, es lo que podríamos llamar el tema de la historia viva. Es decir el concepto fundamental que determina en todo momento y ante cualquier circunstancia la acción nacional, que es precisamente, la política.

    Cuando vemos un pueblo pobre, pequeño, aislado, como la Inglaterra del siglo XV, llegar rápidamente a inverosímiles cumbres de poderío, tomar posesión de las rutas marítimas y de las más ricas tierras del mundo y fundar el más grande, próspero y duradero imperio que ha conocido la humanidad, eso no ocurre meramente por la obra de un favorable azar prolongado milagrosamente por cuatro siglos. Eso ocurre porque en todas las horas Inglaterra ha tenido la inalterable noción de su interés y de su rumbo.

    Bajo príncipes ingleses, bajo príncipes alemanes, bajo monarcas autoritarios, bajo regímenes parlamentarios, lo mismo con los conservadores en el gabinete que con los liberales o con los socialistas, lo mismo que en el pensamiento de la nobleza hereditaria que en el del campesino o del minero de carbón, ha estado presente y no ha sufrido alteración el tema de la historia viva. Han llegado al heroísmo o al cinismo, han sido la Inglaterra de los aventureros batalladores o la "Pérfida Albión", según el caso lo ha requerido, pero siempre todo ello ha dependido, no del capricho, sino de la clara noción del interés supremo de la colectividad inglesa, que todos conocen y todos acatan. Los dogmas de ese credo han sido tan simples como tradicionales: comercio mundial, dominio marítimo y equilibrio continental para que no haya una hegemonía en Europa.

   Es la conciencia de ese rumbo la que hace que los pueblos realicen las verdaderas hazañas de la historia. La conciencia de los hechos y las acciones que determinan básicamente su existencia.
   Los ejemplos de los pueblos que la han tenido y han triunfado y los de los pueblos que la han perdido y han periclitado y caído son infinitos.
   Roma la tuvo, y España la tuvo, y Venecia, y los Estados Unidos del "destino manifiesto".
   Los pueblos no decaen por otra causa, sino por la pérdida de ese don de visión, de ese estado de conciencia, que es el que les revela su propia identidad y les permite no extraviarse en el camino del logro de sus intereses fundamentales.

   Si de estas consideraciones generales y un poco retóricas bajamos a nuestra Venezuela, tierra tan crucificada de problemas y dolores y tan mal encontrada con rumbos, caeremos en pronto en la cuenta de que lo que más le ha faltado ha sido esa conciencia del interés superior, ese sentido del tema de su historia viva.
   Las más de las veces, en su convulsa vida, no solo no ha seguido el rumbo verdadero, sino que lo ha abandonado o negado con ciega ligereza para entregarse al juego de la sangre, miseria y muerte, por palabras demasiado abstractas u hombres demasiado concretos, por retórica política o apetitos de caudillos.
   Esa ha sido su grande, su atroz, su irreparable desgracia. Cuando venía el tiempo de construir la nación y conquistar el desierto, a la manera norteamericana o argentina o brasileña, nos entregamos a la guerra civil invocando la federación o el centralismo. Cuando la cuestión era de caminos contra soledades, de gentes contra desiertos, de trabajo contra pobreza, nada parecía más importante que la lucha de Páez contra Monagas, o la de los liberales contra los godos, o la de los centrales contra los orientales o los andinos.

   No solo hemos perdido de vista los verdaderos objetivos, sino que hemos empequeñecido los falsos. A falta de otra cosa hemos sabido cosechar abundantemente odios, y nada nos ha parecido más importante que envidiar y envilecer al prójimo.

   Del eco de todas nuestras falsas teorías, y de nuestras absurda pugnas, lo que se levanta es la dolorosa convicción de que no hemos sabido ser sino constructores de desiertos, aniquiladores de hombres, palabreros incapaces de mirar de frente las realidades.

   Todo esto es duro, y me duele decirlo, y cuando lo digo no me excluyo, aun cuando sé que no soy de los más culpables.
   Pero si algo queda por hacer en nuestra tierra, si algún día vamos a recuperar o a adquirir el tema de la historia viva, tenemos que comenzar por un gran acto de penitencia, por un inmenso auto de fe donde quememos nuestros orgullosos errores, por una afirmación de humildad y de paciencia, que no solo nos permita convivir, sino lo que es más, comprender que hay una gran tarea, simple, llana, concreta, que nos requiere a todos con agónica premura.

   Venezuela necesita adquirir la noción de los hechos fundamentales que rigen su destino. Poner ante los ojos de todas las dimensiones reales de la empresa que hay que acometer para que el país viva. De los objetivos esenciales junto a los cuales todos los otros, absolutamente todos los otros, son adjetivos y secundarios.

   Y el hecho capital que debe estar ante los ojos de todos los venezolanos, es uno solo, sencillo y terrible. Ese hecho es que Venezuela está atravesando una de la más trágica crisis de toda su existencia histórica. Una crisis de vida o muerte que está devorando la sustancia misma del ser nacional.
   Nada de cuanto hemos conocido hasta el presente se le parece. La Guerra de Independencia, con toda su secuela de transformaciones, no llego a afectar la vida del organismo nacional en escala ni remotamente semejante. De ella salió, un poco más pobre y dividida, la misma Venezuela anterior: un país de reducida vida agrícola, una economía de plantación y de comercio exportador.
   La Guerra Federal tampoco es comparable a esta inmensa crisis actual. Todo el daño que ella pudo ocasionar, todo lo que ella puso en peligro, es insignificante al lado de las dimensiones de lo que actualmente está en juego.

   Ahora está en juego la vida entera de la nación y el destino de todos y cada uno de los venezolanos. Nadie puede escapar. Ni el más remoto conuquero, ni el más rico industrial. Ni el bracero que gana un jornal con sus manos, ni el poderoso capitalista que recibe una cuantiosa renta. Ninguno de los que hoy vivimos, y ninguno de los que han de vivir en las próximas generaciones. Todos confrontamos por igual este avasallador riesgo mortal.
   Ese es el petróleo. El petróleo es el hecho fundamental y básico del destino venezolano. Él le plantea hoy a Venezuela los más graves problemas que nunca haya conocido en toda su historia nacional. Él está como un Minotauro de los mitos antiguos, en el medio de su laberinto, devorador y amenazante.
   El tema de la historia viva para la Venezuela de hoy no puede ser otro que el combate fecundo con el Minotauro del petróleo.
   Todo lo demás carece de significación. Que la República sea centralista o federalista. Que los venezolanos voten blanco o de cualquier otro color. Que se construyan acueductos o no se construyan. Que se cierre o se abra la universidad. Que vengan o no vengan inmigrantes. Que se funden o no se funden escuelas. Que los obreros ganen cinco bolívares o quince bolívares. Todo eso carece de sentido.
   Porque todo eso está condicionado, dirigido, creado, por el petróleo. Todo eso es, pues, en grado apocalíptico, dependiente y transitorio. Dependiente y transitorio.

    El petróleo, y ninguna otra cosa, es el tema de la historia viva de Venezuela.
    Y lo más grave de la grave hora presente es que la mayoría de los venezolanos sigue ignorando este hecho fundamental y sus consecuencias.

    Nunca en hora tan crítica fue más importante para un pueblo la noción del tema de la historia viva.