lunes, 11 de noviembre de 2013

Aficion Taurina de Uslar



LA AFICION TAURINA DE ARTURO USLAR PIETRI
Por: Rafael Dupouy Gomez


Arturo Uslar Pietri en los toros, recibiendo un merecido brindis


Caracas, 14/05/2013.- 
Un 16 de mayo de 1906, hace 107 años, vino al mundo el Dr. Arturo Uslar Pietri, el más connotado y eminente intelectual venezolano del siglo XX.

Muy pocos conocen la afición taurina que palpitó en el alma del insigne escritor, ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1990, por eso he querido en este artículo, recordar esa faceta prácticamente desconocida por sus biógrafos, historiadores y estudiosos de su vida íntima.

El Dr. Arturo Uslar Pietri, vivió su infancia y juventud en Maracay, Estado Aragua (Venezuela). Siendo hijo primogénito de doña Helena Pietri Paúl y del General Arturo Uslar Santamaría, quien fue funcionario del gobierno del Gral. Juan Vicente Gómez, Presidente de la República de Venezuela, ejerciendo el cargo de Diputado al Congreso de la República y Fiscal General del Estado Aragua.

Señalaba el Dr. Arturo Uslar Pietri en un programa transmitido por Radio Caracas Televisión, moderado por el periodista Emilio Santana, lo siguiente: 

“Yo tuve la oportunidad de ver a Gómez desde niño, porque nací y crecí en la Venezuela de Gómez y en Maracay, además. Yo estuve viendo al Gral. Gómez diariamente desde que tenía 8 ó 9 años de edad hasta que fui un hombre, de modo pues, que lo veía casi diariamente. Muchas veces hablé y tuve contacto con él personalmente”.


Florencio Gómez Núñez en compañía de su fraternal amigo Arturo Uslar Pietri. Año 1928. Maracay, Estado Aragua (Venezuela). (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez)

De una gran amistad, nació su afición por los toros

La desbordada afición taurina de los hijos del General Gómez, contagió al notable escritor apasionándose por la Fiesta Brava. Arturo Uslar Pietri, fue cronista taurino en sus años mozos y utilizaba el seudónimo de “Don Critias, el exiguo”. Los entrañables amigos de toda su vida, Juan Vicente y su hermano Florencio Gómez Núñez, fundaron “Guayabita”, la primera ganadería de toros de lidia pura casta española en Venezuela y fueron propietarios e impulsores de la construcción de la hermosa plaza de toros Maestranza de Maracay, joya arquitectónica encomendada a su gran amigo, el arquitecto Carlos Raúl Villanueva. 

La columnista del Diario “El Universal” Carolina Jaimes Branger, en su artículo titulado: “¡Hasta siempre, doctor Uslar!”, publicado el 5 de marzo de 2001, recordaba: Hablar de Maracay lo emocionaba mucho, porque su juventud había transcurrido en esa ciudad, y por las historias que contaba, era fácil inferir que fue una de las épocas más felices de su vida. Cuando hablaba de Maracay y decía “nosotros”, indefectiblemente se refería a su amigo Florencio Gómez Núñez, el hijo del General Gómez. Sus ojos se llenaron de lágrimas de emoción al evocarlo:

“Por donde tú vives ahora, nosotros montábamos a caballo y llevábamos a los caballos a tomar agua en la fuente del pabellón”. Y se le quebró la voz cuando nos dijo: “Maracay es para mí una ciudad de muchos afectos. Allí viví mis épocas de muchacho, hice amistades perdurables, tuve mis primeros amores”.

 
¡Cómo te gustaría España!

Su primera novela “Las Lanzas Coloradas”, es publicada y desde París, el 9 de abril de 1931, le escribe a su fraternal amigo Florencio Gómez Núñez, lo siguiente: 

“Mi querido vale:

Yo he andado por España y Bélgica, en estos últimos tiempos. ¡Cómo te gustaría España! Pasé un mes en Madrid verdaderamente encantado. No puedes imaginarte que cosa tan simpática es el carácter y las costumbres españolas. Parece que todo estuviera hecho para nuestros gustos y costumbres.

En España arreglé el asunto de la publicación de mi novela “Las Lanzas Coloradas”, y, ayer justamente, acabo de recibir los primeros ejemplares. Por este mismo correo te mando un paquete con tres ejemplares, uno para ti, otro para Vicente, y otro para que me hagas el favor de dárselo tú mismo al General. Creo que la novela te gustará. Se trata en ella de la guerra de independencia, hay batallas, asaltos y el reflejo de la recia alma venezolana. No dejes de escribirme después que la leas, haciéndome saber lo que piensas de ella. Saludos para tu mamá, muchos cordiales recuerdos para Vicente, y para ti un abrazo con todo el cariño inalterable”.

Arturo Uslar Pietri
(Archivo: Hnos. Dupouy Gómez)

  • A su regreso a Venezuela, acudió a presenciar las ferias de Maracay de 1934 y 1935, organizadas por los hermanos Gómez Núñez, a quienes les dedicó un hermoso poema sobre la Maestranza de Maracay (Venezuela). 

Poema Inédito del Dr. Arturo Uslar Pietri

A Juan Vicente y a Florencio, para su circo, con mi cariño fraternal.

Tras estos muros de Arabia
que pálida está la arena,
huele a peligro y a sangre
a vino y a petenera;
las sombras caen oblicuas
y detrás de cada puerta,
como una arteria, palpita
un toro de seda negra.

Blancas manos hay cruzadas
en un desmayo que reza,
hondos ojos de mujer
iluminan la tragedia.

Tras estos muros de Arabia
ya va a estar roja la fiesta.

Antes que el toro solemne
y la cuadrilla serena
en el silencio del circo
dos imágenes se sueñan:

las de dos mozos parejos
en dos jacas pintureras,
el zahón hasta la bota,
el cordobés en la ceja,
el pecho fuerte ceñido
en la estrecha guayabera,
el uno claro y sonriente
tipo fiel de Venezuela,
el otro majo y moreno
como nacido en la sierra;
mucho metal el jaez
mucha pólvora la bestia,
al ritmo de cada paso
tintinea una cadena,
los ojos adormecidos
y una estrella en cada espuela.

Tras estos muros de Arabia
dos imágenes campean.

Arturo Uslar Pietri, Maracay, 20 de enero de 1934.

(Archivo: Hnos. Dupouy Gómez)

En el hermoso poema, donde se refleja el palpitar de su afición taurina, Arturo Uslar Pietri, describe a sus fraternales amigos, los hermanos Gómez Núñez, como dos mozos parejos. A Juan Vicente con semblante “claro y sonriente tipo fiel de Venezuela” y a Florencio “majo y moreno como nacido en la sierra”.

Entre los toreros contratados por los hermanos Gómez Núñez para la Feria de Maracay de 1934, figuró Manolo Bienvenida, quien había toreado en la pasada Feria del año 1933, inaugurando la Maestranza de Maracay. En esta ocasión, incluyeron en los carteles a Pepe Bienvenida, para que debutara en su plaza, alternando con su hermano. Manolo y “Pepote” Bienvenida, eran grandes amigos de juventud de los hermanos Gómez Núñez. Durante la Feria, vino acompañando a sus hijos don Manuel Mejías Rapela el “Papa Negro”. Los otros matadores de toros españoles que vinieron contratados, para completar los carteles junto a Manolo y Pepe Bienvenida, fueron Nicanor Villalta y Antonio García “Maravilla”.


Publicado por: Circulo de amigos de la Dinastia Bienvenida.

lunes, 4 de noviembre de 2013

La Opinion de AUP

“HACIA EL HUMANISMO DEMOCRÁTICO”
 ARTURO USLAR PIETRI

Tanto como del aire, como del agua o como de la tierra, el hombre necesita de una ideología, de una razón de ser, de una explicación de su papel en el mundo. Esta es su dignidad y es al mismo tiempo su grandeza y su debilidad. La necesidad de crecer, de participar, de realizar un designio está detrás de todas las acciones humanas, y no es otra cosa que la necesidad de saber, de comprender y de justificarse.

La tarea de entender el mundo y el destino y de integrarse a él muchos la sustituyen por un simple acto de adhesión a una doctrina militante. Han confiado su tarea de pensar y de dirigir su acción a otras manos y han caído en la actitud pasiva de la que surgen los secuaces, los fanáticos y los esclavos. Han renunciado a la suprema responsabilidad de ser hombres.

Hoy el mundo corre el peligro de verse polarizado entre simplificaciones doctrinarias extremas, entre la cuales no parece quedar campo para la libertad y la responsabilidad del individuo.

Si el hombre va a ser salvado de la catástrofe física de la destrucción nuclear y de la catástrofe mental de la renuncia al pensamiento y a la libertad de objetar, no hay sino un camino abierto y es el de la búsqueda de una afirmación del hombre como dueño y siervo de su conciencia. Tiene que partirse de la evidencia de que es el hombre el que hace la Historia y no la Historia la que hace al hombre, que es el hombre el que hace la ciencia y no la ciencia y la técnica las que hacen al hombre, que es el hombre el que concibe y le da sentido al mundo y no el mundo el que crea y le da sentido al pensamiento humano.

El camino de salvación del hombre parte de una actitud fundamental e integralmente humanista. De una declaración individual de independencia que diga: “Soy hombre y no estoy dispuesto a renunciar a serlo, y soy hombre en la medida en que acepto y rechazo según los dictados de mi conciencia”.

El primer paso para esta liberación consiste en rescatar al hombre de los dogmatismos, en restituirlo a su plena responsabilidad y en hacerle comprender que en sus manos individuales está el presente, el provenir, la historia y el destino del mundo, y que esa responsabilidad no es renunciable, ni delegable.

Frente al hombre de hoy pasan las ideologías cerradas para invitarlo a la adhesión sin reservas. Parecen decir: ¿Para qué te vas a preocupar de pensar si otros más capaces que tu se encargan ya de hacerlo por ti? ¿Por qué te vas a cargar con la responsabilidad de decidir, ante las cambiantes circunstancias, si alguien más ilustrado y poderoso que tú ha trazado ya los designios y tú no tienes más que seguirlo? Todo lo que necesitas para alcanzar la seguridad, la paz de espíritu y la integración dentro de lo colectivo es renunciar a tus dudas, a tus caprichos de querer decidir y adherirte ciega y decididamente a lo que te proponemos.

No hay doctrina cerrada en la que quepa el hombre entero. Todas, en grado variable, son lechos de Procusto, que militan y deforman al hombre para ajustarlo a sus propósitos y dogmas.

El gran camino de la liberación es el que invita al hombre a ser hombre, a serlo plenamente, a serlo con angustia creadora, a serlo con valor de aventura, a serlo con buscadora audacia.

Para ello tiene que partir de una convicción no dogmática y no cerrada, que no rechace nada a priori y que lo convierta en juez del mundo y decididor de su propio destino. Esa convicción es simple y únicamente, ésta: “Soy hombre en la medida que me hago al mundo y hago al mundo a mi semejanza, soy hombre en tanto que respondo de mi libertad como instrumento de bien o de mal; soy hombre para recibir y rechazar en cada hora y en cada circunstancia lo que me ha sido posible conocer como bueno y como malo; soy hombre en la proporción en que uso mi libertad, mi conciencia y mi saber, mis manos y mi mente, para hacerme mejor yo y mejores a mis hermanos, para mejorar la suerte de los otros y para que sea respetada la dignidad de cada quien; soy hombre, mientras me abstengo de odiar y me esfuerzo por comprender y amar; mientras no persigo ninguna libertad que no sea criminal, mientras respete el derecho de cada quien a pensar y a creer libremente en cosas distintas y hasta contrarias a las que yo creo; soy hombre en la medida en que acepto e invito a cada hombre a luchar por su libertad y su responsabilidad y a oponerse a toda imposición ideológica y a toda persecución ideológica. Soy hombre mientras pueda afirmar; nada significa para mí que una ideología sea compartida por muchos si no es válida para mi conciencia y para mi libertad”.
Esta es la posición de realizar al hombre frente al mundo por medio de su conciencia, de su acción y de su libertad, en libertad, en libres asociaciones de colaboración, en organizaciones estables nacionales, en sistemas internacionales de paz y cooperación.

Es una invitación a la plenitud de ser hombre. Al honor, a la dignidad y a la responsabilidad de ser hombre libre. No persigue ninguna ideología, no trata de sustituir un credo cerrado por otro credo cerrado, invita a todos los que crean en la libertad y en el poder creador del hombre a sumar libremente su capacidad y su decisión a la construcción de su destino humano, individual y colectivo, para la nación y para la humanidad.
Arturo Uslar Pietri
Caracas, febrero de 1965

domingo, 22 de septiembre de 2013

Articulo de AUP

El Tema de la Historia Viva
Este artículo de Pizarrón fue publicado el 30 de junio de 1948 en El Nacional y es uno de los primeros que escribió Uslar de la serie.
  El Doctor Arturo Uslar Pietri nació en Caracas el 16 de mayo de 1906 y falleció en su ciudad natal el 26 de febrero 2001. Su biografía es harto conocida: escritor, político, empresario, educador, etc. Fue un eminente venezolano.

    
    En la vida de los pueblos, que es siempre oscura y azarosa, es posible distinguir el predominio de ciertos motivos o temas de la acción colectiva, que son los que le dan fisonomía y unidad y destino a las naciones.

    A veces esos motivos son falsos, o meras engañifas de políticos, y los pueblos se extravían, o se desintegran y perecen. A veces los pueblos no parecen darse cuenta de que esos fines existan. No los ven o no los sienten. Son las horas de la decadencia, que han vivido muchas naciones grandes y pequeñas. Han perdido el sentido del rumbo y con él, fatalmente, el de la unidad histórica.

    La vida de un pueblo es una perpetua crisis de crecimiento y de adaptación a circunstancias constantemente cambiantes. Eso es precisamente lo que hace del gobierno y de la política un arte complejo. Un arte mucho más complejo de lo que generalmente suponen los demagogos de plaza pública.

    En esas crisis de todas las horas se salvan y sobreponen los pueblos que no pierden de vista los motivos directores de su acción. Cuando un pueblo llega a tener conciencia de su misión, de su camino, de su básico y permanente interés, puede subordinarlo todo a esos fines superiores y subir en el camino de la historia. Ese sentido del rumbo, eso que en la última gran guerra los generales llamaban el supremo objetivo estratégico, es lo que podríamos llamar el tema de la historia viva. Es decir el concepto fundamental que determina en todo momento y ante cualquier circunstancia la acción nacional, que es precisamente, la política.

    Cuando vemos un pueblo pobre, pequeño, aislado, como la Inglaterra del siglo XV, llegar rápidamente a inverosímiles cumbres de poderío, tomar posesión de las rutas marítimas y de las más ricas tierras del mundo y fundar el más grande, próspero y duradero imperio que ha conocido la humanidad, eso no ocurre meramente por la obra de un favorable azar prolongado milagrosamente por cuatro siglos. Eso ocurre porque en todas las horas Inglaterra ha tenido la inalterable noción de su interés y de su rumbo.

    Bajo príncipes ingleses, bajo príncipes alemanes, bajo monarcas autoritarios, bajo regímenes parlamentarios, lo mismo con los conservadores en el gabinete que con los liberales o con los socialistas, lo mismo que en el pensamiento de la nobleza hereditaria que en el del campesino o del minero de carbón, ha estado presente y no ha sufrido alteración el tema de la historia viva. Han llegado al heroísmo o al cinismo, han sido la Inglaterra de los aventureros batalladores o la "Pérfida Albión", según el caso lo ha requerido, pero siempre todo ello ha dependido, no del capricho, sino de la clara noción del interés supremo de la colectividad inglesa, que todos conocen y todos acatan. Los dogmas de ese credo han sido tan simples como tradicionales: comercio mundial, dominio marítimo y equilibrio continental para que no haya una hegemonía en Europa.

   Es la conciencia de ese rumbo la que hace que los pueblos realicen las verdaderas hazañas de la historia. La conciencia de los hechos y las acciones que determinan básicamente su existencia.
   Los ejemplos de los pueblos que la han tenido y han triunfado y los de los pueblos que la han perdido y han periclitado y caído son infinitos.
   Roma la tuvo, y España la tuvo, y Venecia, y los Estados Unidos del "destino manifiesto".
   Los pueblos no decaen por otra causa, sino por la pérdida de ese don de visión, de ese estado de conciencia, que es el que les revela su propia identidad y les permite no extraviarse en el camino del logro de sus intereses fundamentales.

   Si de estas consideraciones generales y un poco retóricas bajamos a nuestra Venezuela, tierra tan crucificada de problemas y dolores y tan mal encontrada con rumbos, caeremos en pronto en la cuenta de que lo que más le ha faltado ha sido esa conciencia del interés superior, ese sentido del tema de su historia viva.
   Las más de las veces, en su convulsa vida, no solo no ha seguido el rumbo verdadero, sino que lo ha abandonado o negado con ciega ligereza para entregarse al juego de la sangre, miseria y muerte, por palabras demasiado abstractas u hombres demasiado concretos, por retórica política o apetitos de caudillos.
   Esa ha sido su grande, su atroz, su irreparable desgracia. Cuando venía el tiempo de construir la nación y conquistar el desierto, a la manera norteamericana o argentina o brasileña, nos entregamos a la guerra civil invocando la federación o el centralismo. Cuando la cuestión era de caminos contra soledades, de gentes contra desiertos, de trabajo contra pobreza, nada parecía más importante que la lucha de Páez contra Monagas, o la de los liberales contra los godos, o la de los centrales contra los orientales o los andinos.

   No solo hemos perdido de vista los verdaderos objetivos, sino que hemos empequeñecido los falsos. A falta de otra cosa hemos sabido cosechar abundantemente odios, y nada nos ha parecido más importante que envidiar y envilecer al prójimo.

   Del eco de todas nuestras falsas teorías, y de nuestras absurda pugnas, lo que se levanta es la dolorosa convicción de que no hemos sabido ser sino constructores de desiertos, aniquiladores de hombres, palabreros incapaces de mirar de frente las realidades.

   Todo esto es duro, y me duele decirlo, y cuando lo digo no me excluyo, aun cuando sé que no soy de los más culpables.
   Pero si algo queda por hacer en nuestra tierra, si algún día vamos a recuperar o a adquirir el tema de la historia viva, tenemos que comenzar por un gran acto de penitencia, por un inmenso auto de fe donde quememos nuestros orgullosos errores, por una afirmación de humildad y de paciencia, que no solo nos permita convivir, sino lo que es más, comprender que hay una gran tarea, simple, llana, concreta, que nos requiere a todos con agónica premura.

   Venezuela necesita adquirir la noción de los hechos fundamentales que rigen su destino. Poner ante los ojos de todas las dimensiones reales de la empresa que hay que acometer para que el país viva. De los objetivos esenciales junto a los cuales todos los otros, absolutamente todos los otros, son adjetivos y secundarios.

   Y el hecho capital que debe estar ante los ojos de todos los venezolanos, es uno solo, sencillo y terrible. Ese hecho es que Venezuela está atravesando una de la más trágica crisis de toda su existencia histórica. Una crisis de vida o muerte que está devorando la sustancia misma del ser nacional.
   Nada de cuanto hemos conocido hasta el presente se le parece. La Guerra de Independencia, con toda su secuela de transformaciones, no llego a afectar la vida del organismo nacional en escala ni remotamente semejante. De ella salió, un poco más pobre y dividida, la misma Venezuela anterior: un país de reducida vida agrícola, una economía de plantación y de comercio exportador.
   La Guerra Federal tampoco es comparable a esta inmensa crisis actual. Todo el daño que ella pudo ocasionar, todo lo que ella puso en peligro, es insignificante al lado de las dimensiones de lo que actualmente está en juego.

   Ahora está en juego la vida entera de la nación y el destino de todos y cada uno de los venezolanos. Nadie puede escapar. Ni el más remoto conuquero, ni el más rico industrial. Ni el bracero que gana un jornal con sus manos, ni el poderoso capitalista que recibe una cuantiosa renta. Ninguno de los que hoy vivimos, y ninguno de los que han de vivir en las próximas generaciones. Todos confrontamos por igual este avasallador riesgo mortal.
   Ese es el petróleo. El petróleo es el hecho fundamental y básico del destino venezolano. Él le plantea hoy a Venezuela los más graves problemas que nunca haya conocido en toda su historia nacional. Él está como un Minotauro de los mitos antiguos, en el medio de su laberinto, devorador y amenazante.
   El tema de la historia viva para la Venezuela de hoy no puede ser otro que el combate fecundo con el Minotauro del petróleo.
   Todo lo demás carece de significación. Que la República sea centralista o federalista. Que los venezolanos voten blanco o de cualquier otro color. Que se construyan acueductos o no se construyan. Que se cierre o se abra la universidad. Que vengan o no vengan inmigrantes. Que se funden o no se funden escuelas. Que los obreros ganen cinco bolívares o quince bolívares. Todo eso carece de sentido.
   Porque todo eso está condicionado, dirigido, creado, por el petróleo. Todo eso es, pues, en grado apocalíptico, dependiente y transitorio. Dependiente y transitorio.

    El petróleo, y ninguna otra cosa, es el tema de la historia viva de Venezuela.
    Y lo más grave de la grave hora presente es que la mayoría de los venezolanos sigue ignorando este hecho fundamental y sus consecuencias.

    Nunca en hora tan crítica fue más importante para un pueblo la noción del tema de la historia viva.