domingo, 22 de septiembre de 2013

Articulo de opinion de AUP



  Este es el famoso artículo de Arturo Uslar Pietri; Sembrar el petróleo publicado como editorial en el diario AHORA- 14 de julio de 1936.
Seria bueno leerlo y analizarlo.

Comienzo del artículo

Editorial
Sembrar el petróleo

   Cuando se considera con algún detenimiento el panorama económico y financiero de Venezuela se hace angustiosa la noción de la gran parte de economía destructiva que hay en la producción de nuestra riqueza, es decir, de aquella que consume sin preocuparse de mantener ni de reconstruir las cantidades existentes de materia y energía. En otras palabras la economía destructiva es aquella que sacrifica el futuro al presente, la que llevando las cosas a los términos del fabulista se asemeja a la cigarra y no a la hormiga.
   En efecto en un presupuesto de efectivos ingresos rentísticos de 180 millones, las minas figuran con 58 millones, o son casi la tercera parte del ingreso total, sin hacer estimación de otras numerosas formas indirectas e importantes de contribución que pueden imputarse igualmente a las minas. La riqueza pública venezolana reposa en la actualidad, en más de un tercio, sobre el aprovechamiento destructor de los yacimientos del subsuelo, cuya vida no solamente es ilimitada por razones naturales, sino cuya productividad depende por entero de factores y voluntades ajenos a la economía nacional. Esta gran proporción de riqueza de origen destructivo crecerá sin duda algunas el día en que los impuestos mineros se hagan mas justos y remunerativos, hasta acercarse al sueño suicida de algunos ingenuos que ven como el ideal de la hacienda venezolana llegar a pagar la totalidad del Presupuesto con la sola renta de minas, lo que habría de traducir mas simplemente así: llegar a hacer de Venezuela un país improductivo y ocioso, un inmenso parasito del petróleo, nadando en una abundancia momentánea y corruptora y abocado a una catástrofe inminente e inevitable.
   Pero no solo llega a esta grave proporción el carácter destructivo de nuestra economía, sino que va aun más lejos alcanzando magnitud trágica. La riqueza del suelo entre nosotros no solo aumenta, sino que tiende a desaparecer: Nuestra producción agrícola decae en cantidad y calidad de modo alarmante. Nuestros escasos frutos de exportación se han visto arrebatar el sitio en los mercados internacionales por competidores más activos y hábiles. Nuestra ganadería degenera y empobrece con las epizootias, la garrapata y la falta de cruce adecuado. Se esterilizan las tierras sin abonos, se cultiva con los métodos más anticuados, se destruyen bosques enormes sin replantarlos para ser convertidos en leña y carbón vegetal. De un libro recién publicado tomamos este dato ejemplar: “En la región del Cuyuní trabajaban mas o menos tres mil hombres que tumbaban por termino medio nueve mil árboles por día, que totalizaban en el mes 270 mil, y en los siete meses, inclusive los Nortes, un millón ochocientos mil árboles. Multiplicando esta ultima suma por el numero de años que se trabajo el balata se obtendrá una cantidad de árboles derribados y se formara una idea de lo lejos que esta el purgüo”. Estas frases son el brutal epitafio del balata, que, bajo otros procedimientos, hubiera podido ser una de las mayores riquezas venezolanas.
   La lección de este cuadro amenazador es simple: urge crear solidamente en Venezuela una economía reproductiva y progresiva. Urge aprovechar la riqueza transitoria de la actual economía destructiva para crear las bases sanas y amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra verdadera acta de independencia. Es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayuda, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parasito e inútil, sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora del pueblo venezolano en condiciones excepcionales.      
   La parte que en nuestros presupuestos actuales se dedica a este verdadero fomento y creación de riquezas es todavía pequeña y acaso no pase de la séptima parte del monto total de los gastos. Es necesario que estos egresos destinados a crear y garantizar el desarrollo inicial de una economía progresiva alcance por lo menos hasta concurrencia de renta minera.
La única política económica sabia y salvadora que debemos practicar; es la de transformar la renta minera en crédito agrícola, estimular la agricultura científica y moderna, importar sementales y pastos, repoblar los bosques, construir todas las represas y canalizaciones necesarias para regularizar la irrigación y el defectuoso régimen de las aguas, mecanizar e industrializar el campo, crear cooperativas para ciertos cultivos y pequeños propietarios para otros.
   Esa seria la verdadera acción de construcción nacional, el verdadero aprovechamiento de la riqueza patria y tal debe ser el empeño de todos los venezolanos conscientes.
Si hubiéramos de proponer una divisa para nuestra política económica lanzaríamos la siguiente, que nos parece resumir dramáticamente esa necesidad de invertir la riqueza producida por el sistema destructivo de la mina, en crear riqueza agrícola, reproductiva y progresiva: sembrar el petróleo.

Fin del artículo.

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